lunes, 9 de octubre de 2023


 

viernes, 23 de julio de 2021

Gota de Rocío

 

GOTA DE ROCÍO

Noel Irán Bustillos Gardea


Gota de Rocío caminaba bajo la lluvia fría y miraba a su alrededor, el bosque le era desconocido y todo parecía estar envuelto entre sombras.

-¿Cómo me metí en esta aventura? pensaba mientras seguía caminando y escuchaba a su lado los pasos del señor Sí, que andaba a pasos cortos pero muy rápidos y repetía a cada instante -¡Perder una apuesta en una noche tan fría, qué desgracia la mía!

El señor Sí parecía realmente tener mucho frío, la lluvia que caía era finita y helada pero extrañamente Gota de Rocío no sentía nada de eso, con todo y que sus pies iban descalzos y su vestido de tela delgada, ¡ella no tenía frío! al contrario, se sentía muy bien y además, ¡cosa extraña! no tenía miedo. Últimamente había muchas cosas que le daban miedo y esta vez, pese a que se encontraba en una situación bastante rara, se sentía tranquila, contenta y en paz, ni siquiera le molestaba su rarísimo compañero de viaje, el señor Sí, que no paraba de decir cualquier cantidad de cosas.

Esta historia comienza un poco antes, cuando Gota de Rocío, la niña más hermosa, de mirada de luz y sonrisa resplandeciente miraba la luna a través de la ventana de su dormitorio. No tenía sueño así es que se levantó y abrió la ventana para dejar pasar el aire fresco. Hacía calor y la noche era encantadora, todo parecía sonreír y Gota de Rocío recordó que alguien le dijo alguna vez que había momentos en que el silencio del mundo permitía a los sentidos percibir la presencia de las hadas y otros seres mágicos que normalmente no son vistos ni escuchados por los seres humanos.

Sobre la ventana caminaba una arañita pequeña y Gota de Rocío estuvo a punto de gritar ¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaa! Como acostumbraba hacerlo cuando quería llamar a su madre, pero se detuvo un instante antes de soltar el grito porque de pronto la arañita le pareció inofensiva y no solo eso, hasta parecía amistosa. Además reflexionó que su madre seguramente estaría dormida a esa hora. Respiró hondo y no dejó que el miedo le ganara. -No voy a pensar cosas feas, se dijo y se acercó más a la ventana al sentir que un airecito cálido hacía mover sus cabellos. -¿Tendrá que ver con los jueguitos de las hadas en el viento? Se quedó quietita, con los ojos cerrados un rato mientras las haditas se enredaban, bailaban y hacían travesuras en su cabello.

Fue un momento de paz, de mucha tranquilidad, pero solo un momento. Gota de Rocío abrió los ojos con la sensación de que algo había pasado. Miró a la ventana, no había nada, hacia fuera y tampoco, la luna y las estrellas estaban ahí y se sentía la quietud, el silencio, la tranquilidad…

Algo se movió en el piso, el movimiento fue apenas como una sensación, luego no había nada, la luz de la luna entraba por la ventana, la luz era tenue pero no estaba oscuro, Gota de Rocío miró atentamente hacia todos lados sin descubrir nada, sin embargo estaba segura de que ahí había algo.

¡Sí! ¡Definitivamente había algo! Otra vez esa sensación de movimiento. Gota de Rocío estuvo a punto de gritar con todas sus fuerzas ¡Mamáaaaaaaaa! Pero el grito no llegó a salir de su garganta. Se quedó quieta al llegar a sus oídos las notas de una música hermosa que no sabía de donde estaba saliendo, pero se escuchaba realmente muy linda y además le daba una sensación de seguridad, nada de miedo. Sin darse cuenta Gota de Rocío estaba sonriendo, con esa sonrisa hermosa que iluminaba su cara como la luz de un rayo de sol.

Con las notas de la música se fue haciendo visible un simpático personaje que se hizo presente ahí mismo. Medía apenas un poco más de medio metro, su boca era grande, de modo que parecía estar sonriendo siempre y era difícil adivinar su edad, había cosas que lo hacían parecer un niño pequeño y otras en las que parecía tener toda la edad del mundo; sus ojos eran simpáticos y amables.

-Niña hermosa he venido a saludarte y aquí estoy también para ayudarte.

Fueron las primeras palabras que Gota de Rocío escuchó de este simpático personaje, al tiempo que la música se desvanecía en el aire. Las palabras se acompañaron de una profunda inclinación de cabeza y al hacerlo se quitó un sombrerito que más parecía parte de su cabeza.

Gota de Rocío se pudo dar cuenta de que su ropa le daba el aspecto de un bicho del monte, parecía un gran saltamontes, pero también si se quedaba quieto un momento podía pasar por la rama o la corteza de un árbol. De cualquier modo le pareció muy chistoso y mucho más cuando se quitó el sombrero, así es que no pudo evitar reírse. –Tu sombrero es lo más gracioso que he visto. Así dijo Gota de Rocío antes de que el pequeño personaje se presentara como el señor Sí. –Tengo un hermano que se llama señor No y mi otro hermano se llama Tal Vez, además de muchos amigos, le dijo. –Yo soy el señor Sí y para mostrarte algo estoy aquí.

Para ese momento Gota de Rocío tenía una curiosidad enorme y quería preguntar muchas cosas, pero el señor Sí parecía adelantarse a sus pensamientos y hablaba sin parar, de modo que no era posible hacerle ninguna pregunta y además, ni falta hacía porque todas las preguntas que iba a hacer se iban respondiendo a medida que el señor Sí hablaba.

Con su forma rarísima de hablar, el señor Sí le dijo que venía de un lugar que podía ser tan lejano como quisiera y a la vez estar muy cerca, un lugar que podía ser tan oscuro como una noche sin luna o luminoso como un día soleado, un lugar donde podían escucharse los más variados sonidos, desde lamentos tristes hasta la música más bella, un lugar donde los sueños hermosos no tenían uno, sino mil nombres y los sueños feos solo eran llamados pesadillas. –El mundo de los sueños y de tu imaginación hermosa niña.

Gota de Rocío quiso hacer preguntas pero se dio cuenta de que no salían palabras de su boca, por ello solo se limitó a escuchar las explicaciones del señor Sí, quien le dijo que pasaba una alegre tarde de juegos con sus hermanos y amigos cuando decidieron hacer una apuesta. Como todos se habían dado cuenta de que en los últimos días Gota de Rocío parecía estar siempre preocupada y tener miedo de todo, decidieron que quizá una forma de animarla y ayudarle a tener fuerzas para enfrentar todas las cosas feas que pudiera pensar sería darle un completo paseo por ese mundo de sueños y fantasías donde ellos vivían. Y ese gran honor de pasear a Gota de Rocío le correspondería a quien perdiera en esa alegre partida de cartas que estaban jugando. De verdad era un gran honor pasear con Gota de Rocío, pero el señor Sí y sus amigos no querían dejar de jugar, además pensaban que aunque era una niña muy linda, a veces tenía muy mal carácter. Gota de Rocío sonrió cuando el señor Sí le dijo eso y pensó que realmente estaban muy equivocados.

Cada explicación que daba el señor Sí parecía adelantarse a los pensamientos de Gota de Rocío, de modo que ella apenas pensaba en alguna pregunta y pronto tenía la respuesta. Además, mientras hablaba, el señor Sí la iba conduciendo por un mundo desconocido, de paisajes cambiantes, de pronto sobrevolando una extensión de agua enorme, un mar inmenso y al poco tiempo caminando en un bosque luminoso donde se escuchaban los trinos de mil aves diferentes y volaban mariposas de brillantes colores que se posaban sobre una gran variedad de flores que parecían estar en una continua competencia de belleza.

Gota de Rocío se dejaba llevar, pero también sentía curiosidad por ver más allá de esos lugares hermosos y caminaba por su cuenta, el señor Sí la seguía, protestando porque cada cambio parecía afectarle demasiado. Así caminaron por tierras áridas, tan resecas y calientes que parecía que jamás hubiera caído en ellas una gota de agua, por caminos difíciles en los que, a pesar de eso, Gota de Rocío se sentía tranquila y confiada, no así el señor Sí, que parecía resentir con doble fuerza los problemas, los accidentes del terreno y los fenómenos del clima. Gota de Rocío se preguntaba por qué ocurría eso, ella sabía exactamente donde posar su pie a cada paso sin cortarse con las piedras filosas, sin herirse con las espinas, sin caer en los desfiladeros inmensos por los que pasaban, no le afectaba el calor tan fuerte del que hablaba el señor Sí cuando caminaban bajo el sol, ni sentía ese frío que se metía hasta los huesos, como en ese momento, en el que atravesaban bajo la lluvia el bosque helado y sombrío. –Eres nuestra invitada en este mundo de sueños- le dijo el señor Sí como respuesta a las preguntas que Gota de Rocío se hacía en sus pensamientos. –Mi trabajo ahora es hacer que tú te sientas muy bien, yo cargo con cualquier cosa que a ti pueda hacerte sentir mal.

Cuando terminaron de cruzar el bosque helado el señor Sí parecía estar a punto de caer de cansancio; afortunadamente llegaron a la orilla de un río y al poco caminar estaban a la sombra de un árbol solitario en una amplia llanura donde soplaba un viento cálido y tranquilizador. Se escuchaba el suave murmullo del agua del río al correr y un poco más lejos algo como la caída de una cascada. El lugar invitaba al reposo. –Descansemos un poco bajo este árbol, te lo pido por favor niña linda. –Dijo el señor Sí con una cara de súplica que se veía bien cómica. Pero ni siquiera esperó una respuesta, se acomodó lo mejor que pudo entre las raíces del árbol y al poco tiempo estaba profundamente dormido.

Gota de Rocío pensó que ella sola, sin el señor Sí podría ir a explorar ese lugar, caminar por la orilla del río y llegar hasta la cascada que se escuchaba a lo lejos. ¡Debía ser linda! Y el agua se veía tan clara y parecía cálida. Ah, pero también se estaba tan bien ahí bajo el árbol. Gota de Rocío cerró sus ojitos hermosos, con los ojos cerrados se concentró en escuchar el sonido del ambiente y en oler ese suave perfume que llegaba de todos lados. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida, tampoco se dio cuenta si durmió mucho tiempo. Lo que sí sintió es que los rayos del sol que se filtraban por entre las hojas del árbol le hacían cosquillitas en los ojos. Se sentía tan bien así que no quería abrirlos, con la luz que llegaba a sus ojos cerrados veía figuritas multicolores y se quedó así durante mucho rato, sintiéndose feliz, tenía una gran sonrisa dibujada en su boca cuando fue abriendo sus ojos poco a poquito. Ella esperaba ver al señor Sí dormido junto a las raíces del árbol, esperaba ver el árbol bajo cuyas ramas se sentía también… Al abrir sus ojos vio primero los rayitos de sol que le caían encima, luego la ventana abierta y las paredes de su habitación. Abrió bien los ojos y se dio cuenta de que había sido un sueño, sin embargo se sentía como si realmente lo hubiera vivido. Se levantó contenta y se acercó a la ventana, desde ahí pudo escuchar algo como el rumor del agua que corre en un río, a los lejos una cascada y flotaba en el ambiente un perfume mágico. Algo llamó su atención en un árbol de su jardín, en sus raíces un saltamontes sacudió sus patas y se dispuso a dar un gran salto. Fue una visión muy rápida, el saltamontes emprendió el vuelo, pero Gota de Rocío hubiera jurado que un momento antes de saltar se puso un extraño sombrero. Un sombrero como el del señor Sí.

jueves, 20 de mayo de 2021

Cuentos de la Sierra Tarahumara, edición bilingüe español-inglés disponible en Amazon 

Estoy presentando con mucho gusto una parte de mi proyecto de creación literaria con este libro "Cuentos de la Sierra Tarahumara" Tales of the land of the Raramuri people, disponible en formato Kindle en todas las tiendas en línea de Amazon, en una edición bilingüe en Español e Inglés. Gracias por anticipado si pueden apoyarme con la compra del libro electrónico o en su versión impresa, siguiendo este enlace para adquirir el libro electrónico en México:

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I am gladly presenting a part of my literary creation project with this book "Cuentos de la Sierra Tarahumara" Tales of the land of the Raramuri people, available in Kindle format in all Amazon online stores, in a bilingual edition at Spanish and English. Thank you in advance if you can support me with the purchase of the electronic book or in its printed version, following this link to purchase the book in electronic or printed version from Amazon United States:

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jueves, 13 de octubre de 2016

¡Encuéntrate a ti mismo!

-¡Encuéntrate a ti mismo..! Tal vez lo soñó o alguien se lo dijo, no podía precisarlo, pero la orden era directa y llena de convicción.
-¡Encuéntrate a ti mismo..! Se repitió en su mente y comenzó la búsqueda.
El espejo le devolvió una imagen que no era.
Su sombra era distinta.
Se buscó en su familia.
No se encontró en su trabajo.
Se buscó en otras personas.
No se reconoció en el mundo de afuera...
Cuando buscó en si interior miró su silueta dibujada y entendió que estaba en camino de encontrarse a si mismo...

miércoles, 24 de junio de 2015

LA MANDA

LA MANDA

Noel Irán Bustillos Gardea

Llegó al pueblito de El Tizonazo a pagar la promesa hecha un año antes al Santo Señor de los Guerreros.
Caía la tarde cuando se acercó a la capilla y pacientemente se fue abriendo paso para llegar hasta el altar y postrarse ante la imagen, como hombre de fe que era. De fe y de palabra, porque en un momento difícil empeñó su palabra y estaba ahí para cumplir.
Viajó solo, caminó cinco días a pie desde Parral, se perdió en el camino y tuvo que desandar un buen tramo. A esa hora de la tarde se sentía cansado, pero satisfecho. Tuvo que ceder el lugar ante el altar y frente a la imagen del Señor de los Guerreros a una mujer bastante mayor que parecía muy ansiosa y otra vez se abrió camino pacientemente para salir de la capilla.
En el atrio le pegó el sol de frente y se detuvo un momento. Además de la luz, le llegaron de golpe los sonidos, los olores y todo el colorido de la fiesta. Una gran fiesta, la feria del pueblo, en honor del santo. Gritos de vendedores de todo tipo de artículos, música norteña, corridos, canciones de ritmo duranguense. El festejo popular se percibía en grande más allá del atrio, porque ahí dentro aún se respiraba algo de fervor religioso, con los grupos de danzantes de matachines y las pretendidas danzas prehispánicas.
Siguió caminando. Le pareció que pasaba de un mundo a otro en un instante, pero habitado por las mismas almas. Algunos de los mismos rostros serios que un momento antes vio dentro de la capilla, se aparecían ahora, con la intención dibujada de correrse una parranda.
Aquí un puesto de discos piratas, más allá uno de carnitas, enseguida otro de baratijas chinas, en una camioneta vendían pomadas y remedios para curar todas las enfermedades. Siguió caminando y se detuvo a curiosear donde vendían sillas de montar, riendas, cabezadas, frenos, pitas, espuelas y un montón de cosas que él sabía que le hacían falta allá en el rancho.
Tenía hambre. El olor de los puestos de comida le recordó que ese día apenas había tomado pinole un par de veces mientras tomaba un descanso en el camino. Cualquier lugar es bueno, pensó mientras se acomodaba en un banco de madera, frente a un letrero que anunciaba tacos de carne asada a 35 la orden y junto a un anuncio de cerveza. —Por los que saben lo que quieren— rezaba el cartel en el que resaltaba el color rojo. El anuncio le disparó la sed y además de los tacos, pidió una cerveza.
Casi se terminó la cerveza para cuando llegaron los tacos, tan bien le supo, que pidió otra, una orden más de tacos, otra cerveza y otra.
Mañana me regreso en camión, pensó. Pero mientras tanto, qué bien me están cayendo estas cervecitas.
Casi oscurecía y aún no había buscado un lugar donde dormir, aunque realmente no le preocupaba mucho. Bastaba apartarse un poco de ese mar de gente y enredarse en su cobija en cualquier rincón. Por lo pronto tenía el ánimo alegre y nada que hacer hasta el momento de emprender el viaje de regreso.
Caminó sin llevar un rumbo definido, siguiendo el sonido de una canción que le gustaba y que podía distinguir entre toda la maraña de sonidos que a esa hora se tejían en el aire. —Dame el gusto mujer de tomar y gozar de la vida—. Escuchó más claramente la canción y se detuvo a averiguar dónde estaban los músicos y hacia allá encaminó sus pasos. Un escenario improvisado donde tocaba un conjunto de bajosexto y acordeón, carpas con marcas de cerveza, mesas, hieleras y un ambiente muy alegre de cantina improvisada y salón de baile al aire libre lo hizo decir para sí mismo, de aquí soy y aquí me quedo un buen rato.
Era más un hombre de trabajo que de fiesta, no era muy dado a las borracheras, pero esa noche se sentía muy contento. De cualquier modo era bastante sensato y sabía que era mejor cuidar su poco dinero, así es que se propuso escuchar la música un rato, tomar un par de cervezas más y hacer una prudente retirada.
Cerca de la media noche reinaba la alegría en el pueblito de El Tizonazo. Se habían consumido ya litros y más litros de cerveza y tequila. Los conjuntos de música no paraban de sonar en varios lugares y había quienes expresaban su alegría con descargas de balas al aire. Fue la hora en que decidió que era mejor buscar un lugarcito para pasar el resto de la noche y descansar.
Mientras caminaba hacia una lomita que pensaba remontar para buscar un lugar abrigado lejos del bullicio, escuchó una descarga de seis tiros al hilo y varios gritos de alegría. A lo lejos respondieron con otra descarga y más balazos de un lado y de otro. —Que se sigan divirtiendo. Para mí se acabó la fiesta por hoy— Pensó en voz alta como si alguien pudiera escucharlo. Y parecía que sí, porque en ese momento otra descarga rompió el aire y un instante después un solo balazo aislado.
Al momento sintió que algo le quemaba la garganta. De pronto no entendió de qué se trataba y llevó sus manos al cuello como un reflejo destinado a aliviar ese dolor ardiente que iba haciendo que se le nublara la vista. Sintió sus dedos mojados y mientras caía lentamente se dio cuenta de que una bala perdida lo había alcanzado.
José Encarnación González quedó tirado en el suelo con los brazos en cruz. Se había cumplido un año y seis meses de aquella promesa hecha al Señor de los Guerreros, cuando su hijo, recién nacido, estuvo a punto de morir por una enfermedad que él desconocía.
Santo Señor de los Guerreros, salva a mi hijo y te prometo que iré caminando a verte hasta El Tizonazo… Por favor, hazme el milagro, si quieres toma mi vida, pero haz que mi hijo se salve…”

Antes de perder definitivamente la conciencia, José Encarnación recordó palabra por palabra la oración pronunciada un año y seis meses atrás, con toda la esperanza y la fe de un hombre devoto.

CALIBRE .223

CALIBRE .223

Noel Irán Bustillos Gardea

Era un lejano y pacífico rincón del reino donde no pasaba nada. Del centro y de otros rincones alejados del reino llegaban noticias de muertes y desapariciones. El señor que regenteaba los asuntos de gobierno en este rincón del reino, mostraba al mundo la paz y la bonanza que él y sus regentes menores habían logrado.
Aquí nadie muere si no es de muerte natural, pregonaban a los cuatro vientos los heraldos del señor.
Naturalmente, contando los decesos naturales por balas calibre .223.

jueves, 3 de octubre de 2013

MUERE LENTAMENTE...

MUERE LENTAMENTE
Martha Medeiros


Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito, repitiendo todos los días
los mismos trayectos, quien no cambia de marca,
no arriesga vestir un color nuevo
y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos
y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea 
la mesa cuando está infeliz en el trabajo, 
quien no arriesga lo cierto por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos
una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente, quien pasa los días
quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.

Muere lentamente, quien abandonando
un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto
que desconoce o no respondiendo cuando le
indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor que
el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará
que conquistemos una espléndida felicidad.


Martha Medeiros (Porto Alegre, 1961), publicista, escritora y poetisa brasileña. Cronista del periódico Zero Hora, de Brasil.